01/02/2023 Miércoles 4 (Mc 6, 1-6)

¿De dónde le viene esto?... Y se escandalizaban a causa de Él.

Uno de los pecados capitales es el de la envidia. Puede ser más o menos evidente, más o menos solapado, pero si es capital es universal, aunque nos cueste reconocerlo. Nos cuesta reconocer lo mezquinos que somos. Que lo somos cuando no sabemos apreciar, elogiar y agradecer lo bueno de los prójimos. Que lo somos cuando juzgamos o criticamos lo malo de los prójimos.

Vimos hace poco cómo el espíritu maligno del endemoniado de Gerasa reconocía a Jesús: ¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Ahora, sin embargo, la envidia hace que los suyos, parientes y paisanos, se hagan impermeables a la persona y al mensaje de Jesús: ¿No es éste el carpintero? No creen en Él.

No pudo hacer allí ningún milagro… Y se asombraba de su incredulidad.

El pecado fundamental es el de no creer: la falta de fe. Marcos no nos revela el contenido de la predicación de Jesús de aquel día en la sinagoga de Nazaret. Lucas sí nos dice que los nazarenos se extrañaban por aquellas palabras de gracia que salían de su boca (Lc 4, 22). Estamos ante la siempre presente dificultad de no ser capaces de sustituir los odres viejos con los nuevos. Nos cuesta aceptar la pura gratuidad. Nos cuesta aceptar que todo sea tan sencillo y tan hermoso. Nos cuesta aceptar a Jesús. Pensamos, como aquellos paisanos y parientes de Jesús, que le queremos; pero, en el fondo, le rechazamos.

El Papa Francisco dice que muchos cristianos viven como si Cristo no existiera. Se repiten los gestos y signos de fe, pero no corresponden a una verdadera adhesión a la persona de Jesús y a su Evangelio.

    0