02/03/2021 Martes 2º de Cuaresma (Mt 23, 1-12)

En la cátedra de Moisés se han sentado los letrados y los fariseos. Lo que os digan ponedlo por obra, pero no los imitéis; pues dicen y no hacen.

El Evangelio de hoy es solamente el comienzo de una larga y muy dura reprimenda de Jesús a los líderes religiosos de Israel. Hombres honorables y respetados por el pueblo, cuidaban con esmero de su prestigio y de sus privilegios. Les encantaban los títulos honoríficos y se distinguían de los demás por su indumentaria. Jesús siente una fuerte repulsa hacia todo eso: No os dejéis llamar rabbí, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos.

Nosotros, a nivel eclesial y personal, estamos más cerca de la postura farisea que de la de Jesús. Sabemos justificar privilegios y títulos de autoridad. Llegamos a identificar autoridad con honor. Todos tenemos algo de fariseos. Gustamos de reconocimientos y ocultamos defectos. No tiremos piedras a nadie.

El mayor entre vosotros será vuestro servidor.

Jesús insiste en que las relaciones graviten en torno al servicio y la fraternidad. Renunciemos a distanciamientos y vanaglorias. Intentemos aprender a ser mansos y humildes de corazón; como Él. Teresa de Ávila, se preguntaba por qué Dios es tan amigo de la humildad. Encontró esta respuesta: Porque Dios es la suma Verdad, y la humildad es andar en Verdad; que lo es muy grande no tener cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada. Y quien esto no entiende, anda en mentira. Teresa compara la humildad a la dama del juego del ajedrez: La dama es la que más guerra le puede hacer en este juego, y todas las otras piezas ayudan. No hay dama que así le haga rendir como la humildad.

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