03/02/2023 Viernes 4 (Mc 6, 14-29)

Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre… Al enterarse dijo: Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado.

El relato de la muerte del Bautista está situado estratégicamente por Marcos entre el envío y el regreso de los apóstoles en su primera misión. Está claro que se trata de un toque de atención. Avisados estamos: si esa fue la suerte del Precursor, parecida suerte correrá Jesús y correremos nosotros. De hecho Jesús repetirá en distintas ocasiones que la persecución, incluso la muerte violenta, serán nuestros compañeros de camino. Por ejemplo: Dichosos vosotros cuando os injurien, os persigan y os calumnien de todo por mi causa (Mt 5, 11). O también: Llegará un tiempo en que quien os mate piense que está dando culto a Dios (Jn 16, 2).

Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y lo defendía.

También las personas más pérfidas pueden presumir de rasgos amables. Herodes les representa bien. A Herodes escuchaba con gusto al Bautista. Pero había en su vida otras voces que apagaban la del Bautista. Por encima de todo, la voz del poder; también la de la opinión pública, o el qué dirán.

Es una página muy triste del Evangelio. Rebosa miserias humanas por todos los costados, aunque parezca engalanada con el glamur de una corte real. Jesús no aparece en el relato. Pero sí que está presente, ya que Él ha venido a llamar no a justos sino a pecadores (Mc 2, 17). Y tras el pecado viene la redención, ya que Dios ha encerrado a todos en la desobediencia para apiadarse de todos (Rm 11, 32).

    0