03/06/2020 San Carlos Luanga y compañeros (Mc 12, 18-27)

Se le acercan unos saduceos, esos que niegan que haya resurrección, y le preguntaban.

La fe en la resurrección de la carne se desarrolló tardíamente entre los judíos. Los saduceos la rechazaban. Rechazaban lo novedoso, lo que no estuviese escrito en los libros de Moisés. El saduceísmo puede darse también entre cristianos. El Papa Francisco escribe: Hacer las cosas como se han hecho siempre es una alternativa de muerte. Hay que correr el riesgo, con la oración, también con la humildad, de aceptar lo que el Espíritu Santo nos pide cambiar. Este es el camino.

Andáis descaminados, porque no entendéis las Escrituras ni el poder de Dios… No es un Dios de muertos, sino de vivos. Andáis muy descaminados.

Descaminados los saduceos; descaminados nosotros cuando pretendemos imponer criterios propios sobre los del Espíritu. Descaminados cuando pretendemos someter la fe a la razón. Descaminados aunque nos defendamos apelando a siglos de tradición. ¿Qué señal pone en evidencia nuestro error? La ausencia de humildad, que se pone de manifiesto por la presencia de la intolerancia. La humildad nos lleva por el buen camino haciendo que sometamos la razón a la fe.

No es un Dios de muertos, sino de vivos.

Pretender saber algo sobre nuestra vida futura es como pretender que el bebé que se está gestando en el vientre de una madre sepa algo sobre la vida que le espera tras el nacimiento. No podemos imaginar la Resurrección desde los parámetros que conocemos, sino como un modo de existencia radicalmente nueva (Papa Francisco). Sabemos, porque creemos, que nuestra vida futura colmará nuestros deseos más profundos: Ni ojo vio, ni oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que lo aman (1 Co 2, 9).

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