04/02/2023 Sábado 4 (Mc 6, 30-34)

Vosotros venid aparte, a un paraje despoblado, a descansar un rato.

Jesús cuida con mimo a los suyos. Han regresado contentos de su primera misión y le han contado lo bien que les ha ido. Él se da cuenta de que les viene bien un descanso. Necesitan estar a solas con Él, alejados de cualquier actividad. De lo contrario, el activismo puede apoderarse de ellos hasta hacerles perder el norte de su misión. Así que se fueron solos en barca a un paraje despoblado. El buen formador que es Jesús sabe bien que la buena formación es la personalizada, la que fomenta la relación personal con Él, la que hace de ellos verdaderos amigos. Nada que ver con una formación gregaria o funcional.

De todos los poblados fueron corriendo a pie y se les adelantaron.

La gente deshace los planes de Jesús. ¿Por qué tanto empeño en seguirle? Ante tal empeño, puedo preguntarme por los motivos que me mueven a ser su seguidor. Probablemente, como aquella gente que seguía a Jesús o como el pródigo que regresa a la casa de su padre, encontraré en mí motivaciones egoístas. No importa. El egoísmo del pródigo no hace que el abrazo del padre a su hijo sea menos ardiente.

Al desembarcar vio un gran gentío y se compadeció, porque eran como ovejas sin pastor.

Para Jesús, lo primero son sus discípulos. Pero cuando, como ahora, la gente le necesita, no se le pasará por la cabeza la idea de subir a la barca y escapar de ellos. Las entrañas de misericordia de nuestro Dios sienten lástima por ellos; sienten lástima por todos los que van por la vida como ovejas sin pastor.

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