05/02/2024 Santa Águeda (Mc 6, 53-56)

Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron.

Travesía que Jesús impuso a los discípulos tras el milagro de los panes y los peces. Ellos habrían preferido quedarse con la gente disfrutando la popularidad. Lo han pasado mal durante la travesía debido a una repentina tormenta y a que están solos; Jesús se había quedado en tierra. Tan mal lo pasan, que cuando Jesús se acerca a ellos caminando sobre el agua de noche, le confunden con un fantasma. Ahora, llegan todos juntos a tierra y encuentran que, apenas desembarcaron, le reconocieron…, y comenzaron a traer a los enfermos en camillas adonde oían que Él estaba.

Jesús, para hacerse encontrar, sale fuera a recorrer caminos y aldeas; no se queda en Nazaret o Cafarnaún esperando a que la gente acuda a Él. Si nos quedamos en las sacristías acabamos siendo como los maniquíes que lucen algunos lujosos escaparates. Si salimos y le acompañamos, aprendemos a sintonizar, cada día mejor, con los problemas de nuestros prójimos.

Siguiendo a Jesús encontramos a tantos aquejados de toda clase de dolencias; hombres y mujeres que habrían quedado ocultos en sus casas, pero que al oír que Jesús está cerca, salen a su encuentro. Siguiendo a Jesús percibimos mejor el sufrimiento y las necesidades de la gente. Él abre ojos y corazones; los hace aptos para la cercanía, la empatía, la escucha, el consuelo, la reconciliación, la sanación.

Le rogaban que les dejase tocar al menos la orla de su manto, y los que lo tocaban se curaban.

Hoy son los enfermos los que piden permiso para acercarse y tocarle. Jesús se hace a todos: a quienes pasan de normas y protocolos y a los más amigos de formalidades.

    3