06/02/2021 Santos Pablo Miki y compañeros (Mc 6, 30-34)

Venid aparte, a un paraje despoblado, a descansar un rato. Pues los que iban y venían eran tantos, que no les quedaba tiempo ni para comer.

Hace unos días habían sido enviados, de dos en dos, en su primera misión para predicar la conversión. Ahora vuelven a Jesús y le cuentan lo que habían hecho y habían enseñado. Él, después de escucharles, les invita a descansar. Y se van en la barca a un lugar solitario. Ellos solos; con Él. Necesitan descansar, pero no saben hacerlo. Él sí lo sabe: todos los días por la mañana sale y se dirige a un lugar despoblado (Lc 4, 42). Se diría que santa Teresa tenía en mente la imagen de Jesús con sus discípulos, ellos solos, cuando dice que la oración es tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama.

La persona inteligente sabe detenerse para reflexionar y no perder perspectiva. La creyente está supuesta a aprender a detenerse para, como Jesús, situarlo todo en la perspectiva más acertada.

Al desembarcar vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

Ellos necesitan descanso, y a Jesús le apetece estar a solas con sus amigos. Suspira por esas horas serenas de confraternizar, de intimar, de cultivar la amistad. Pero lo primero es lo primero. Y lo primero son las personas, los prójimos. Así que no duda en olvidar la tranquilidad del descanso en buena compañía para atender, sin prisas, a quienes acuden a Él. Ver y tener compasión configuran a Jesús como Buen Pastor. Incluso su compasión es la conmoción del Mesías en quien se hizo carne la ternura de Dios (Papa Francisco).

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