08/07/2020 Miércoles 14 (Mt 10, 1-7)

Y llamando a sus doce discípulos…

El Evangelista Mateo nos sorprende hablando de los doce discípulos, a los que luego llama Apóstoles, sin habernos ofrecido antes el histórico momento de su elección. Sí que nos ofrece la lista de sus nombres. Pero nos priva también de algo tan importante como el motivo principal de la elección. Para eso tenemos que recurrir al Evangelista Marcos: Instituyó Doce para que estuvieran con Él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar demonios (Mc 3, 14).

El Evangelista Mateo está interesado en la misión de los apóstoles: la de aquellos doce, y la de los apóstoles de todos los tiempos. Mateo da por supuesto que, para ser un buen apóstol (enviado), es necesario ser antes un buen discípulo (estar con).

Les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos y para curar toda enfermedad y toda dolencia.

Los poderes de Jesús son también del discípulo, de todo discípulo, de todo el que cree en Él, porque el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún (Jn 14, 12).

El verdadero discípulo, el que está acostumbrado a estar con Jesús, aprende a pensar y sentir como piensa y siente Él. El verdadero discípulo, el buen cristiano, sabe que la salvación que nos trae Jesús no es cosa solamente para después de la muerte; sabe que lo que Jesús nos trae es una vida de plenitud desde ya.

La generación actual no va a ser salvada por progresos o tecnologías, sino por la misericordia y el amor. Misericordia y amor que deben rebosar en todo discípulo. Los creyentes los tenemos que irradiar y contagiar. Gratis lo hemos recibido, gratis lo damos.

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