09/02/2023 Jueves 5 (Mc 7, 24-30)

Una mujer que tenía a su hija poseída por un espíritu inmundo se enteró de su llegada, acudió y se postró a sus pies.

Como no pertenece al pueblo de Dios, Jesús no tendría nada que ver con ella. Esa parece ser su idea cuando envía en su primera misión a los apóstoles (Mt 10, 5-6). Pero…; la muy sorprendente fe de aquella mujer ilustra bien las palabras de Jesús: el viento sopla hacia donde quiere; oyes su rumor, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va (Jn 3, 8). No es necesario ser cristiano, ni ser buena persona. El Espíritu sopla donde quiere. Y sopla fuerte en aquella madre que le recuerda a Jesús que ha llegado la hora para todos: porque Dios, nuestro salvador, quiere que todos los hombres se salven y lleguen a conocer la verdad (1 Tim 2, 3). Se diría que Jesús se deja corregir por aquella mujer pagana.

Por eso que has dicho, puedes irte, que el demonio ha salido de tu hija.

A Jesús no le interesan las posibles carencias morales de aquella mujer. ¿Quizá era una madre soltera? Le interesa, sí, ver hasta dónde llega su fe. Su sorpresa es grande cuando, ante su humillante provocación, ella reacciona con una ingeniosa respuesta: Señor, también los perritos, debajo de la mesa, comen de las migajas que dejan caer los niños. Y queda fascinado por la fe de la mujer. ¡Cuánto le gustaría que sus discípulos tuviésemos una fe semejante! No es que no creamos en Él. Sí que creemos, pero no es una fe que mueva montañas. Lo que Jesús espera de nosotros los cristianos ante todo y sobre todo es la fe.

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