09/02/2024 Viernes 5º (Mc 7, 31-37)

Le llevaron un hombre sordo y tartamudo y le suplicaban que impusiera las manos sobre él.

Es sordo quien no oye por algún problema físico en los oídos; pero también quien, por algún trastorno psíquico, carece de la capacidad de escucha y tiene, por tanto, problemas de comunicación con los demás. Los sordos de tipo psíquico abundan más que los de tipo físico. Y es que todos, en menor o mayor medida, sufrimos esta clase de sordera. ¿Cómo mejorar la capacidad de escucha? Al sordo del Evangelio de hoy, le llevaron. Necesitamos personas amigas que, como los camilleros al paralítico, nos acerquen a Jesús.

Cuando el sordo y tartamudo estuvo cerca, Jesús lo apartó de la gente y, a solas, le metió los dedos en los oídos; después le tocó la lengua con saliva. Lejos de la gente, a solas; el bullicio dificulta la escucha. Es absolutamente necesario buscar espacios cada día para estar a solas con Él; o seré siempre un sordo tartamudo.

Levantó la vista al cielo, suspiró y le dijo: Effatá, que significa ábrete.

Los Evangelistas han conservado esta palabra aramea tal como salió de labios de Jesús. Será bueno repetirla una y otra vez. Dejar que resuene en nuestro interior. Effatá nos sitúa ante nuestras cerrazones, ante nuestros mecanismos de defensa, ante nuestros miedos, ante nuestros egocentrismos, ante todo aquello que coarta la comunicación y obstaculiza la apertura a los demás. ¡Necesitamos tanto abrirnos a los demás para compartir penas y alegrías! Effatá. Nos abrimos con compasión, como Dios, al barro que somos, queriéndonos como Él nos quiere. Nos abrimos con compasión, como Dios, al barro que encontramos en los prójimos, en los pobres, en los drogadictos, en los políticos, en los migrantes, en los que piensan distinto.

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