09/04/2021 Viernes de la Octava de Pascua (Jn 21, 1-14)

Les dice Simón Pedro: Voy a pescar. Le responden: Vamos contigo. Salieron, pues, y montaron en la barca; pero aquella noche no pescaron nada.

No están todos. Faltan varios. Falta, sobre todo, Jesús. De todos modos, Pedro, confiado en su larga experiencia de pescador, se decide a salir a pescar. Siempre es bueno intentarlo. Siempre es mejor movernos con lo poco que tenemos; mejor que quedarnos quietos lamentando lo que no tenemos. Aunque los intentos acaben en fracaso. Es bueno, porque la noche siempre acaba en un amanecer; cuando aparece el Señor para servirse del fracaso y hacernos ver que sin Él no podemos nada.

Les dijo: Echad las redes a la derecha de la barca y encontraréis. La echaron y no podían arrastrarla por la abundancia de peces.

Bastaron entonces unas palabras para que la red reventase de peces. Bastarán también ahora unas palabras para que, por ejemplo, un corazón aplastado por los aprietos de la vida respire tranquilo. La lectura orante del Evangelio actualizará la experiencia de aquellos primeros discípulos, de modo que sintamos cercana la presencia del Resucitado.

El discípulo predilecto de Jesús dijo a Pedro: Es el Señor.

Los discípulos contemplan maravillados la abundancia de peces. El discípulo predilecto contempla la majestad de Jesús. ¡ES EL SEÑOR! Tres palabras que resumen nuestra fe. Tres palabras que proclaman nuestra salvación. Porque si confiesas con la boca que Jesús es Señor, si crees de corazón que Dios lo resucitó de la muerte, te salvarás (Rm 10, 9). Él, el Señor de la vida, de la historia, del pasado, del presente, del futuro; de todo cuanto existe, visible e invisible. Porque todo fue creado por Él y para Él y todo tiene en Él su consistencia (Col 1, 15-20).

    0