09/06/2022 Jesucristo, sumo y eterno Sacerdote (Jn 17, 1-2; 9; 14-26)

Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, ha llegado la hora…

Es el comienzo de la oración sacerdotal de Jesús al final de la sobremesa de la última cena, antes de ser entregado. Jesús no pertenecía a una estirpe sacerdotal; Juan Bautista, sí. Pero hoy proclamamos a Jesús sumo y eterno Sacerdote. Podríamos proclamarle, no solo sumo y eterno, sino también único Sacerdote, porque únicamente Él ha ofrecido el sacrificio perfecto. Y todos nosotros, los incorporados a Él por el bautismo, participamos de su sacerdocio, como los sarmientos participan de la savia de la vid.

Cristo Jesús, supremo y eterno Sacerdote, porque desea continuar su testimonio por medio de los laicos, vivifica a éstos con su Espíritu e ininterrumpidamente los impulsa a toda obra buena y perfecta (Lumen Gentium, 34).

Jesús, sumo y eterno y único Sacerdote; Jesús, sumo y eterno y único Mediador: No hay más que un solo Dios, no hay más que un mediador, el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos y como testimonio en el momento oportuno (1 Tim 2, 5).

No solo ruego por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno.

Como aquellos primeros seguidores de Jesús, también nosotros somos linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido para anunciar las alabanzas de Aquel que nos ha llamado de las tinieblas a su admirable luz (1 P 2, 9). También nosotros, con Él, por Él y en Él, nos entregamos como Él se entregó. También nosotros, con Él, por Él y en Él, subimos al mismo altar de la cruz. También nosotros, con Él, por Él y en Él, elevados de la tierra, atraemos a todos hacia Él.

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