10/06/2022 Viernes 10 (Mt 5, 27-32)

Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio en su corazón.

Los Evangelios nos presentan un Jesús sorprendentemente libre con las mujeres. Su actitud hacia ellas dista mucho de la de fariseos y escribas. Ellos siempre tan escrupulosos para evitar todo contacto o encuentro. Uno de ellos escribió: la voz y el cabello de una mujer ya son lujuriosos. Jesús, tan libre y tan liberal; ellos, tan estrictos y tan inflexibles. Es un buen momento para recordar sus palabras: Es de dentro del corazón de los hombres de donde salen las intenciones malas, las fornicaciones… (Mc 7, 21).

Jesús fue comprensivo e indulgente con el pecado de lujuria. No así con el pecado de soberbia. A la mujer adúltera le dice: Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no peques más (Jn 8, 11). A los fariseos: ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo evitaréis la condena al fuego? (Mt 23, 33).

Si tu ojo derecho te induce a pecado, sácatelo y tíralo lejos de ti. Más te vale perder una parte de tu cuerpo que ser arrojado entero al infierno.

Si nos dejamos guiar por la literalidad de las palabras, no entenderemos a Jesús. Pero una interioridad iluminada por la palabra de Dios, nos convierte en buenos traductores. Entonces podremos traducir estas últimas palabras suyas, por ejemplo, de esta manera: Si vivo obsesionado o enajenado por una persona y veo que no me es posible vivir esa relación de forma sosegada y serena, debo olvidar a esa persona. Mejor vivir solo que intentar tapar mi soledad con esa persona. ¡Absolutizar lo relativo es fuente de tantos males!

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