11/02/2021 Jueves quinto (Mc 7, 24-30)

Desde allí se puso en camino y se dirigió a la región de Tiro. Entró en una casa con intención de pasar inadvertido pero no lo logró.

Los primeros cristianos tuvieron un conflicto serio. Unos, con Santiago al frente, sostenían que lo de Jesús era cosa exclusiva del pueblo de Israel. Otros, con Pablo al frente, defendían que lo de Jesús es para todos los pueblos de la tierra. El conflicto se resolvió el año 50 en el concilio de Jerusalén (Hechos, 15).

Una mujer pagana le pedía que expulsase de su hija al demonio… Señor, también los perritos, debajo de la mesa, comen de las migas que dejan caer los niños.

Es la única ocasión, en el Evangelio de Marcos, en que encontramos la palabra SEÑOR. ¡La pronuncian los labios de una mujer pagana! La fe, igual que la misericordia de Dios, no sabe de fronteras de ninguna clase. La fe infunde coraje. Todo obstáculo es superado con suprema naturalidad. Exactamente como hizo la madre de Jesús en Caná.

Jesús dijo a la mujer: Por eso que has dicho, puedes irte, que el demonio ha salido de tu hija.

Dos modelos de fe firme en el Evangelio están encarnados por dos paganos: el centurión romano y esta mujer cananea. Por cierto, en ambos casos las curaciones se realizan a distancia. Luego, cuando Jesús nos ofrezca un modelo de caridad hacia prójimo lo encarnará en un hereje: el buen samaritano.

Jesús quedó fascinado ante la fe de la mujer. Contemplando tanto la audacia de la mujer como la fascinación de Jesús, puedo hacerme dos preguntas: ¿Cuánto se parece mi fe a la de esta mujer? ¿Hasta qué punto vivo como propios los demonios que degradan la vida de las personas cercanas?

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