11/02/2024 Domingo 6º (Mc 1, 40-45)

Se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: Señor, si quieres, puedes limpiarme.

Debería resultarme sencillo identificarme con el leproso. Primero, reconociendo que también a mí me afecta algún tipo de lepra de la que me encantaría verme libre. Después, teniendo la suficiente confianza para acercarme a Jesús saltando por encima las leyes y normas que me impeden acercarme a Él. Jesús está de acuerdo en saltar por encima de leyes y normas ya que Él mismo lo hace: Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo: Quiero, queda limpio. El leproso había violado la ley acercándose a Jesús (Lev 13, 45-46); ahora es Jesús quien viola la ley tocando al leproso. Es que Jesús no cree que el mal destruye el bien; al contrario, cree que el bien destruye el mal. Así será al final de los tiempos.

Jesús, dice el Papa Francisco, es Aquel que se contamina con nuestra humanidad herida y que no teme entrar en contacto con nuestras heridas. Él, que no es pecador, que no puede pecar, se ha hecho pecado. Mira cómo se ha contaminado Dios para acercarse a nosotros, para tener compasión y para hacer comprender su ternura.

Hay muchas clases de lepra. Lepra es todo lo que nos excluye de la comunión con los demás y hace que vivamos encerrados en nosotros mismos. Todos sufrimos alguna lepra oculta de la que nos gustaría liberarnos. Esa liberación empieza cuando saltamos por encima de lo convencional para acercarnos con nuestra lepra a Jesús y pedirle: Señor, si quieres puedes limpiarme. Así de sencillo. Claro que hay otras lepras más complicadas porque tienen etiquetas visibles para todos: ¿quizá los gays?, ¿quizá los divorciados con pareja nueva?... También estas lepras hay que superar. Lo hacemos acercándolas a Jesús, saltando por encima de convencionalismos.

Hoy celebramos a la madre de Jesús bajo la advocación de Nuestra Señora de Lourdes. En ella vemos reflejada la ternura de Dios. Ella nos enseña a confiar en el poder de la oración como medio de sanación de toda lepra.

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