11/08/2020 Santa Clara (Mt 18, 1-5; 10; 12-14)

En aquel momento se acercaron a Jesús los discípulos y le dijeron: ¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos?

Hace apenas unas horas que Jesús les ha hablado por segunda vez de su pasión, muerte y resurrección. No se han enterado; sus delirios de grandeza siguen intactos. Jesús no se impacienta. Llama a un niño, lo pone en medio de todos y dice: Os aseguro que si no os convertís y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de Dios.

¿Cómo hacernos como niños? Santa Teresa de Lisieux, que asimiló como nadie estas palabras de Jesús, puede ayudarnos. El tema de la infancia espiritual ocupa el centro de su vida y escritos. Ella lo llama el caminito.

- Es Jesús quien lo hace todo y yo no hago nada. No es que yo hago siempre lo que digo. No siempre le soy fiel. Pero no me desanimo nunca. Me abandono en los brazos de Jesús.

- Acrecerme es imposible. He de soportarme a mí misma tal como soy, con todas mis imperfecciones. No necesito crecer. Al contrario, he de permanecer pequeña y empequeñecerme cada vez más.

- Si Dios nos quiere débiles e impotentes como niños, ¿creéis que por eso tendremos menos méritos? Consentid, pues, en tropezar a cada paso, incluso en caer, en llevar vuestras cruces débilmente. Amad vuestra impotencia. Es necesario contar siempre con caer. Es necesario consentir en permanecer siempre pobres y sin fuerzas.

Palabras del Papa Francisco: El Dios de Jesús no es el de la perfección, sino el de la gratuidad. Es el Dios de los pequeños, el Dios de quienes se pierden y añoran el camino de vuelta a casa, conscientes de sus biografías imperfectas.

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