13/02/2021 Sábado quinto (Mc 8, 1-10)

Por aquellos días se reunió otra vez mucha gente y no tenían qué comer.

Es la segunda multiplicación de los panes en Marcos. La primera (6, 32-44) en territorio judío y para judíos: sobraron doce cestos (el número de las tribus de Israel). La segunda en territorio pagano y para todos los pueblos de la tierra: sobraron siete cestos (el número de la universalidad).

En lo esencial, las dos versiones coinciden. En la primera nos dijo Jesús: Dadles vosotros de comer. Hoy nos dice: ¿Cuántos panes tenéis? Sabe muy bien que sus discípulos no tenemos panes suficientes para todos. ¡Somos y tenemos tan poca cosa! Lo que nos pide es que esa poca cosa que somos o tenemos lo pongamos a su disposición: es decir, a disposición de nuestros prójimos. Lo demás es asunto suyo. La cosa comienza haciendo mía la actitud de Jesús: Siento compasión de esta gente. Después, apoyado en la fe y la oración, seguirá el compromiso en la medida de mis posibilidades.

Tomando los siete panes y dando gracias, los partió e iba dando a sus discípulos para que los sirvieran, y ellos los sirvieron a la gente.

Nos movemos entre la gente y Jesús: de Jesús a la gente, y de la gente a Jesús. Cuando nos quedamos sin nada, volvemos a Él. Es una tarea tan agotadora como gratificante. A veces ingrata porque muchos ni se asombran ni lo agradecen.

Comieron y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes siete cestos.

Contemplando la escena, evocamos las palabras del profeta refiriéndose a la universalidad de la salvación: Vuelven convocados desde oriente a occidente por la palabra del Santo y disfrutando de la gloria de Dios (Baruc 4, 37).

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