13/02/2024 Martes 6º (Mc 8, 14-21)

¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada?

Primero, los fariseos. Después de dar de comer a unos cuatro mil con solo siete panes y unos pocos pececillos, los fariseos tienen la desfachatez de pedir a Jesús una señal del cielo. Jesús, contrariado, les deja plantados.

Ahora son sus discípulos los que le decepcionan: ¿Aún no entendéis? Ellos lo han dejado todo, y viven con Él, pero les cuesta sintonizar. Como cuesta también hoy a tantos santos cristianos conectar con la onda del Evangelio.

Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.

Hoy Jesús habla de la levadura en su sentido negativo de elemento de corrupción. La levadura farisea nunca ha dejado de emponzoñar la vida cristiana. Ha recibido distintos nombres a lo largo de los siglos: pelagianismo, jansenismo, etc. Suele disfrazarse de austeridad y rigorismo. En el fondo no es otra cosa que el orgullo humano que pretende suplantar a Dios declarándose capaz de salvarse a sí mismo.

¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada?

¿Todavía no hemos llegado a comprender que sin Él no podemos hacer nada (Jn 15, 5)? ¿Todavía no hemos aprendido, desde la propia experiencia, que todo es gracia, y que Él es el único Salvador? ¿Todavía no hemos asimilado, desde el Evangelio, que lo único que Él nos pide es confiar y abandonarnos en los brazos de Abbá?

Por eso, la oración preferida del cristiano debe ser la que se hace con el Evangelio ante los ojos. Así aprendemos a pensar y hablar como Él. Así llegamos a conocer el amor de Cristo que excede todo conocimiento y nos llenamos de toda la plenitud de Dios (Ef 3, 19).

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