14/06/2022 Martes 11 (Mt 5, 43-48)

Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen.

El amor, el verdadero amor, ni conoce barreras ni sabe de cálculos. Es gratuito y universal. Le sobran leyes. Pero cuando el verdadero amor no domina en la vida de la persona o de la sociedad, cuando lo que domina es el ego, entonces las leyes son necesarias. A Jesús le sobran todas. Como deberían sobrar a todo buen seguidor de Jesús: porqueel que ama al prójimo, ha cumplido toda la ley (Rm 13, 8). Claro que el verdadero amor nos es posible solamente si, como el sarmiento en la vid, permanecemos en Él. El rencor hacia los enemigos envenena, endurece y achica el corazón; en cambio, el amor que perdona lo agranda y ablanda.

Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.

Para el Evangelista Lucas la perfección no es otra cosa que la misericordia: Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso (Lc 6, 36). No es un consejo; es una exigencia. El Papa Francisco comenta: Cristo vino para salvarnos, para mostrarnos el camino. El único camino de santidad es la misericordia que Él ha tenido y tiene cada día con nosotros. Ser santos no es un lujo, es necesario para la salvación del mundo. Esto es lo que el Señor nos pide.

Como hijos de Dios que somos, estamos llamados a amar como Él nos ama. La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros pecadores, murió por nosotros (Rm 5, 8). Si Dios nos ha amado de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros (1 Jn 4, 11).

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