15/02/2024 Jueves después de Ceniza (Lc 9, 22-25)

El Hijo del Hombre debe sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día.

Es el primero de los anuncios de la pasión en Lucas. Anuncio que no encuentra reacción en los discípulos. ¡Les debe sonar tan extraño! Pero cuando Jesús repita el anuncio poco más tarde, entonces sí que el Evangelista comentará: ellos no entendían…; no se atrevían a hacerle preguntas respecto a esto (Lc 9, 45).

Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.

Jesús, hombre como nosotros en todo menos en el pecado, sabe perfectamente que el mayor enemigo de la paz, bienestar y felicidad del ser humano es el propio ego. Por eso pide eliminar de nuestra vida toda sombra de egocentrismo. Esto lo entendemos claramente cuando vemos a personas esclavizadas por cualquier pecado capital. No lo entendemos tan claramente cuando se trata de personas piadosas enroscadas en torno a sus virtudes o pecados, a sus ejercicios ascéticos o devociones piadosas.

Niéguese a sí mismo. Teresa de Ávila vivió a fondo esta invitación de Jesús. Lo expresa con estas palabras: ¡Qué se me da, Señor, a mí de mí, sino de Vos!

Niéguese a sí mismo. También Teresa de Lisieux supo asimilar la invitación de Jesús. Así se lo dice a una de sus hermanas: Lo único que hay que hacer es amarle sin mirarse uno a sí mismo y sin examinar demasiado los propios defectos.

Quien quiera salvar su vida la perderá; pero quien pierda su vida por mí la salvará.

Quien se aferra a lo suyo, material o espiritual, no saboreará la vida en abundancia que Él nos trae.

    3