16/02/2021 Martes sexto (Mc 8, 14-21)

¿Aún no entendéis?

Está decepcionado con los discípulos. ¿Cómo podían andar preocupados por no tener pan cuando acaban de ser testigos de la multiplicación de los panes? Por eso les ha dirigido palabras cargadas de desazón: ¿Es que tenéis la mente embotada? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? Pero es paciente; sabe que el Espíritu Santo os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho (Jn 14, 26).

Los discípulos de hoy cojeamos del mismo pie que los de entonces. No acabamos de entender al Señor. Sí es cierto que cada vez le entendemos un poco mejor. Pero también es cierto que cuanto más le conocemos, mejor captamos lo poco que le conocemos. Es que el amor de Dios, manifestado en Jesús, es como un océano tan profundo que por mucho que buceemos, nunca tocamos fondo. Es bueno reconocer y agradecer por lo poquito que el Señor nos ha dado entenderle. Pero no es bueno pensar que nuestro conocimiento del Señor es suficiente y que estamos mejor iluminados que otros. El día que pensemos eso será evidente que no hemos entendido nada.

Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.

Los discípulos de entonces vivían expuestos al contagio de la religiosidad legalista y aparentosa de los fariseos y a la corrupción del régimen del rey Herodes. ¿De qué levadura trataría de prevenirnos hoy? Trataría de alertarnos de la descomposición del individualismo y de la superficialidad de nuestra sociedad, y nos invitaría a ser agentes de salud personal social. Nos invitaría a hacer, con fe y sin ruido, que nuestro entorno más inmediato sea mejor.

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