16/03/2021 Martes 4º de Cuaresma (Jn 5, 1-16)

Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dice: ¿Quieres recobrar la salud?

Ayer fue el funcionario real quien se acercó a Jesús para pedirle la salud de su hijo. Al oír la palabra de Jesús, anda, tu hijo vive, aquel hombre cree y se pone en camino. Hoy es Jesús quien se acerca al enfermo de la piscina Betesda. Al oír la palabra de Jesús reacciona de forma torpe. En lugar de entusiasmarse ante la oportunidad de su vida, no sabe decir otra cosa que: Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua. Hoy la iniciativa es toda de Jesús. Ninguna la fe, ninguna la colaboración por parte del enfermo.

¿Quieres recobrar la salud?

Cuando llevamos mucho tiempo enfermos, sumidos en la mediocridad, podemos habituarnos a una vida tristona e irrelevante; perdemos interés por una vida mejor. Como el hombre de la piscina, encontramos excusas: treinta y ocho años enfermo, nadie se preocupa de mí, cuando lo intento llego tarde, mejor dejar de intentarlo… Mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer. Es fácil infectarse de fatalismo, de resignación, de tristeza, de impotencia. Pero para quien vino a darnos vida en abundancia, no hay excusas que valgan; no hay causas perdidas. Él decide, con su señorío soberano, tomar las riendas del asunto:

Levántate, toma tu camilla y anda.

Así mismo hizo con el paralítico llevado a su presencia por cuatro amigos (Mc 2, 11). Nunca desechemos un pasado triste y penoso; quizá vergonzoso. Debemos conservarlo con cariño. Esa camilla nos sirve para incentivar a los resignados; para decirles que es muy posible disfrutar de la vida de modo insospechado.

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