18/05/2020 Lunes 6º de Pascua (Jn 15, 26 - 16, 4a)

Os he dicho esto para que no os escandalicéis.

Les ha dicho, y nos lo dice a todos, que lo pasaremos mal; a veces, muy mal. Ahora nos dice que incluso llegará la hora en que todo el que nos mate pensará que da culto a Dios. Probablemente no nos tocará dar el supremo testimonio del martirio de sangre, pero seguro que a todos nos toca seguir al Señor por el camino de la cruz. Y la cruz, a veces, puede resultarnos muchísimo más pesada que una muerte violenta. Por si no lo entendemos, Jesús insiste:

Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho.

Las situaciones más penosas y trágicas que nos toca vivir podrían empujarnos a la desesperación o a la rebeldía. Es entonces cuando el creyente debe recurrir a los últimos rescoldos de su fe aparentemente muerta. Santa Teresita nos hace esta escalofriante confesión: Cuando canto la felicidad del cielo, no experimento la menor alegría, pues canto simplemente lo que quiero creer.

Solamente el Espíritu de Jesús que habita en nosotros, también cuando no da señales de vida, puede hacernos superar estas situaciones límite. Dice el Papa Francisco: La fe adquiere una dimensión conflictiva que hemos de asumir y encarar no desde el voluntarismo, sino desde la confianza en que Dios no nos abandona nunca y nos asegura su confianza y compañía incondicional a través del Espíritu. Es su fuerza la que hace posible el testimonio cristiano ante situaciones de contrariedad, la que nos hace mantenernos con alegría y esperanza en situaciones límite.

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