18/12/2023 Lunes 3º de Adviento (Mt 1, 18-24)

Cuando José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado y acogió a María como esposa.

Son muchas las cosas de la vida que no tienen explicación racional y que escapan a nuestro control. Un creyente, como José, no lo entiende pero lo asume, y hace que la razón incline la cabeza ante el misterio. Un creyente, como José, cree que la historia personal y universal de salvación se lleva a cabo, como dice Pablo, creyendo contra toda esperanza (Rm 4, 18). Un creyente, como José, sabe que cuando perdemos el control de tantas cosas, el Señor las controla mejor. Un creyente, como José, no lee frívolamente los acontecimientos llegando a pensar que el mundo está dirigido por personas perversas, sino que sabe que todo está perfectamente dirigido por el Padre de todos para el bien de todos. José es el gran creyente que detecta a Dios allí donde el no creyente no ve nada especial.

José fue tan profundamente creyente por haberse familiarizado con la Palabra de Dios. Por eso vive una relación tan estrecha con Dios. Por eso que Dios le comunica tantas cosas en sueños. Claro que los sueños de José son los sueños de un hombre muy despierto.

José es hombre de fe oscura. Entiende lo que debe hacer y lo hace, aunque no entiende ni los porqués ni los paraqués. Con frecuencia se mueve en la oscuridad de la noche interior. Y de la exterior: Tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto (Mt 2, 14).

José fue el hombre que tomó en sus manos el misterio: el misterio de la re-creación, más maravilloso que el de la creación (Papa Francisco).

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