19/05/2020 Martes 6º de Pascua (Jn 16, 5-11)

Os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy os lo enviaré.

El Espíritu es quien da testimonio de la verdadera identidad de Jesús. Así lo comprobó el Bautista. No le conocía, pero supo quién tenía delante cuando vio al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre Él... Yo lo he visto y atestiguo que Él es el Hijo de Dios (Jn 1, 32-34).

Os conviene que yo me vaya. Jesús, después de ser levantado en alto y pasar de este mundo al Padre, podrá transmitir su Espíritu; Él dará testimonio de nuestra verdadera identidad. Esto se pondrá de manifiesto en el cristiano animado por el Espíritu: Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado (Rm 5, 5). El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios (Rm 8, 16).

Jesús, por su Espíritu, nos asegura fecundidad y vitalidad. Por eso, como dice el Papa Francisco, nada más contrario al Espíritu de Jesús que la instalación mental y espiritual de quienes le confesamos y la acomodación de la Iglesia al poder y los intereses dominantes.

El príncipe de este mundo está sentenciado.

Ya lo había dicho: Ahora comienza el juicio de este mundo y el príncipe de este mundo será expulsado. Cuando yo sea elevado de la tierra atraeré a todos hacia mí (Jn 12, 31-32).

Lo dirá el Apocalipsis: El dragón gigante, la serpiente primitiva, llamada Diablo o Satanás, que engañaba a todo el mundo, fue arrojada a la tierra con todos sus ángeles (Apo 12, 9).

    1