21/11/2018 Presentación de María (Lc 19, 11-28)

Estaban cerca de Jerusalén.

Con esta observación, el Evangelista coloca la parábola de las minas en su contexto más apropiado. Todos los que siguen a Jesús, también sus discípulos, creían que el reinado de Dios se iba revelar de un momento a otro. El lugar para esto es, naturalmente, Jerusalén. Entienden que Jesús impondrá su autoridad en lo espiritual y en lo político. Con esta parábola, Jesús intenta prepararles para una manifestación desconcertante del reinado de Dios.

Un hombre noble marchó a un país lejano para ser nombrado rey y volver.

Así anuncia Jesús su ausencia. La ausencia primera, al morir y ser sepultado; la segunda, durante el tiempo que precede a su segunda venida. Pero antes de marchar pone en nuestras manos un capital y nos dice:

Negociad hasta que yo vuelva.

Nos pide que negociemos con el tesoro o la perla más preciosa que nos ha confiado. Tesoro o perla que es Él mismo, la Buena Noticia, el Evangelio. Pero este negocio encuentra oposición. También entre quienes nos decimos cristianos. Es fuerte la querencia farisea de volver a la ley; tan fuerte como la oposición al Evangelio de la gracia.

Se presentó el tercero y dijo: Aquí tienes tu dinero, que he guardado en un pañuelo. Te tenía miedo porque eres riguroso…

¡Pobre hombre! ¡Tan formal y tan timorato! Moralmente hablando, es una joya; evangélicamente hablando, un desastre. Así muchos que nos decimos fervorosos seguidores de Jesús. Seguimos teniendo un concepto mezquino del Dios de Jesús, del Dios que es Jesús. Estamos lejos de establecer con Él un trato de confianza, como el niño con papá y mamá.

    0