28/11/2018 Miércoles 34 (Lc 21, 12-19)

Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán…

Las lecturas de estos días abundan en pronósticos catastróficos. Hoy, por ejemplo, aparecen palabras como persecución, cárcel, traición, muerte…, incluso por parte de familiares. Es probable que, literalmente hablando, ninguna cosa de estas nos toque a nosotros; pero figuradamente sí. A todos.

Lo que el Señor quiere decirnos es que en ningún momento y por ninguna razón nos dejemos dominar por el miedo. Todos los hilos de la historia están en sus manos.

Así que, como dice el Papa Francisco, no temas, ya sabemos que Dios permite momentos adversos, pero ellos son ocasión para ser testigo del Evangelio… Él da fuerzas para fortalecer la fe, para expandir su acción.

Sin embargo no se perderá ni un pelo de vuestra cabeza. Con vuestra constancia ganaréis vuestras vidas.

Constancia en la fe. Constancia en creer en el amor. Porque el amor es la verdad. Y esta verdad nos hace libres, de modo que aunque fuese por valle tenebroso, ningún mal temería, pues tú vienes conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan (Salmo 23, 4). Porque tanto amó Dios al mundo que nos ha dado a su Hijo (Jn 3, 16). Y este Hijo nos ha amado hasta el extremo (Jn 13, 1). Este amor es la verdad, fundamento de todo. Esta fe, esta certeza de ser inmensamente amados, libera de cualquier tipo de capitulación ante circunstancias que condicionan la vida de quien no cree.

El creyente ajusta su vida al Evangelio. Las actitudes negativas no encuentran espacio en él. Su actitud es de serenidad y confianza; también cuando los acontecimientos resultan penosos e incomprensibles. Sabe dejar ser a los demás, incluso cuando se equivocan.

    0