21/02/2024 Miércoles 1º de Cuaresma (Lc 11, 29-32)

Esta generación es malvada: reclama una señal, y no se le concederá más señal que la de Jonás.

En el libro de Jonás la palabra de Dios se hace novela; tan breve como deliciosa. El librito encierra una de las enseñanzas más sublimes del Antiguo Testamento. Jonás es un profeta raro. Primero, hace lo posible por desobedecer. Luego, se irrita hasta desearse la muerte cuando Dios perdona a Nínive. Además, el profeta engullido y devuelto por el cetáceo, prefigura a Jesús sepultado y resucitado.

La severidad de Jonás le merece este comentario al Papa Francisco: Los rígidos, no entienden qué es la misericordia de Dios. Son como Jonás: que se castigue a quienes han hecho el mal; deben ir al infierno. Los rígidos no saben agrandar el corazón como el Señor. Olvidan que la justicia de Dios se hizo carne en su Hijo, se hizo misericordia, se hizo perdón. Olvidan que el corazón de Dios siempre está abierto al perdón.

Esta generación es malvada.

A Jesús no le atraen las multitudes. Hoy, enfervorizados, gritan hosanna; mañana, decepcionados, piden que le crucifiquen. No se les concederá más señal que la de Jonás. La única señal que se nos ofrece es la cruz; nunca fue ni será popular. Aunque, al final, atraeré a todos hacia mí desde la cruz (Jn 12, 32).

Ellos se arrepintieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien mayor que Jonás.

Jesús se lamenta de la cerrazón de quienes le escuchan. Son personas piadosas y correctas que han domesticado a Dios. No entienden de un Dios que rompe moldes y actúa de manera novedosa. Quienes niegan a Dios su libertad no pueden aceptar que el hijo del carpintero de Nazaret sea mayor que Salomón o Jonás.

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