22/03/2021 Lunes 5º de Cuaresma (Jn 8, 1-11)

Los escribas y los fariseos le llevan a una mujer sorprendida en adulterio.

Los escribas y fariseos son los celosos guardianes de la pureza de la religión judía. Son hombres de ley y orden. Creen en el rigor y la disciplina; no creen en la compasión y la misericordia. Es una corrupción que encontramos en todas las religiones; también en la de Jesús. Como tiene apariencias de santidad, resulta complicado hacerles ver su error. No está claro si el Papa Francisco piensa en los fariseos de ayer o de hoy cuando escribe: Tienen dentro del corazón la corrupción de la rigidez. Son corruptos porque tal rigidez solamente puede ir adelante en una doble vida. Son hipócritas. Con la rigidez no se puede ni siquiera respirar.

Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí de pie en el centro… Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado? - Nadie, señor. – Tampoco yo te condeno. Vete y no peques más.

Jesús no cree en el rigor y la disciplina; lo suyo es la compasión y la misericordia. Jesús perdona sin que se lo pidan. Tampoco exige condición alguna. Lo vemos en tantos pasajes del Evangelio: el pródigo de la parábola, el Pedro de la noche del gallo, el paralítico de la camilla… La adúltera no es perdonada, tampoco yo, por el arrepentimiento personal; es perdonada, como yo, por la soberana misericordia del Señor. El cambio de vida llega con el descubrimiento de ese amor incondicional de Dios.

Ante la gravedad del pecado, Dios responde con la plenitud del perdón. La misericordia siempre será más grande que cualquier pecado y nadie podrá poner un límite al amor de Dios que perdona (Papa Francisco).

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