24/01/2024 San Francisco de Sales (Mc 4, 1-20)

Salió el sembrador a sembrar.

En Marcos, Jesús pronuncia esta parábola sentado en el mar; el mar que representa la universalidad. O sea que lo que dice es para todos. El sembrador de la parábola llama la atención por dos cosas: por derrochar tanta semilla sin importarle que mucha semilla se pierda, y porque se le ve convencido de que, llegado el momento, la cosecha será abundante.

A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone.

Se os ha dado, se os ha comunicado, el misterio del Reino de Dios. En el Nuevo Testamento el término misterio designa un mensaje incomprensible para el no iniciado. Y, ¿por qué unos iniciados y otros no?, ¿por qué unos comprendemos y otros no? Porque también la incomprensión, el rechazo, la rebelión entran dentro de los planes del proyecto de Dios, pues Dios ha encerrado a todos en la desobediencia para apiadarse de todos (Rm 11, 32); la Escritura incluye a todos bajo el pecado, de modo que lo prometido se entregue a los creyentes por la fe en Jesucristo (Ga 3, 22).

Concluímos la meditación con esta reflexión del Papa Francisco sobre esta parábola del sembrador: La parábola del sembrador es un poco la madre de todas las parábolas, porque habla de la escucha de la Palabra. Nos recuerda que la Palabra de Dios es una semilla que en sí misma es fecunda y eficaz; y Dios la esparce por todos lados con generosidad, sin importarle el desperdicio.

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