24/02/2024 Sábado 1º de Cuaresma (Mt 5, 43-48)

Amad a vuestros enemigos, rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos.

Consideramos enemigos a quienes aborrecemos, y también a quienes no forman parte de nuestro círculo de amor. Nuestro querer el bien, nuestra benevolencia, debe extenderse a todos sin excepción. Es consecuencia ineludible de nuestra fe en un Dios, Padre NUESTRO, Padre de todos.

De todos modos es bueno poner rostro y nombre a quienes detestamos o nos detestan. Y presentarlos al Señor pidiendo la gracia de la reconciliación sincera. Amar como Él nos ha amado es el signo distintivo del seguidor de Jesús.

San Pablo dice, citando el libro de los Proverbios: Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer, si tiene sed, dale de beber, así le sacarás los colores a la cara. Y añade: No te dejes vencer por el mal, antes  vence el mal con el bien (Rm 12, 20-21). Los cristianos nos vengamos de nuestros enemigos haciéndoles el bien.

Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.

El secreto de la perfección está en amar lo imperfecto; en nosotros mismos y en los demás. El secreto de la perfección está en llegar a abrazar la imperfección como parte de la historia de salvación personal y universal. Como san Pablo: Así que muy a gusto presumiré de mis debilidades para que se aloje en mí el poder del Mesías (2 Cor 12, 9).

El amor al prójimo es la manera de verificar la eficacia de nuestro camino de conversión. Mientras haya un hermano o una hermana a la que cerremos nuestro corazón, estaremos todavía lejos de ser discípulos como Jesús nos pide (Papa Francisco).

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