24/12/2023 Domingo 4º de Adviento (Lc 1, 26-38)

Concebirás y darás a luz un hijo, a quien llamarás Jesús.

Es el cuarto domingo del Adviento y esta misma noche celebraremos el nacimiento de Jesús. En este domingo, con el Evangelio de la Anunciación, recordamos que hace nueve meses era concebido el Hijo de Dios en el seno de María. La Encarnación del Hijo de Dios, lo primero en la intención de Dios al crear el universo, es el verdadero big-bang que está en el origen de todo cuanto existe; es el gran estallido del Amor: porque todo fue creado por Él y para Él (Col 1, 16).

Hace nueve meses, con la concepción de Jesús, celebrábamos el inicio de lo que las Escrituras llaman la plenitud de los tiempos: al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer (Gal 4, 4). Él es Jesús, el predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos (1 P 1, 20). Él es Jesús en quien se encierra el misterio de la voluntad de Dios para hacer que en la plenitud de los tiempos todo tenga a Cristo por cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra (Ef 1, 10).

Ante esta realidad que todo lo abarca y abraza, importa poco lo que veamos o sintamos; importa lo que creemos. Esta noche veremos al niño de María envuelto en pañales y recostado en un pesebre de animales. El ángel del Señor había prometido a María: el niño será grande, reinará sobre la casa de Jacob por los siglos, y que su reino no tendrá fin. ¿Dónde quedaron las promesas? Y, sin embargo, a pesar de lo que ve y siente, María cree. María seguirá creyendo cuando, treinta años más tarde, contemple a su Hijo muerto en una cruz. ¿Quién podría haber imaginado un Dios así?

María nunca vio con los ojos de la carne el cumplimiento de las promesas; lo vio con los ojos de la fe. Una fe, con frecuencia, muy oscura. ¡Dichosa tú, María, por haber creído! Madre de los creyentes, danos tu confianza, danos tu fe.

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