25/03/2021 Anunciación del Señor (Lc 1, 26-38)

Al sexto mes envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen prometida a un hombre llamado José, de la familia de David; la virgen se llamaba María.

Nueve meses antes de Navidad, celebramos la Anunciación y la Encarnación del Señor. Acaece al sexto mes de la concepción del Bautista. Los desposorios de José y María han sido celebrados por las dos familias. Son el paso previo al matrimonio; suponen un compromiso total aunque no haya todavía convivencia. Los novios se las prometen muy felices. Pero Dios irrumpe en sus vidas y desbarata sus planes.

Podríamos establecer un paralelismo entre lo sucedido a María y José y lo que nos sucede con esta pandemia. ¡Vivíamos tan bien instalados! Ahora la vida se nos llena de incertidumbres. María y José nos enseñan la manera de vivir estos tiempos como tiempos de gracia. No tratemos de comprender; tratemos, sencillamente, de dejar a Dios ser Dios, fiándonos plenamente de Él. A los creyentes, como a María y José, se nos ha dado la capacidad de detectar a Dios allí donde los no creyentes no detectan más que desgracias.

Aquí tienes a la esclava del Señor; que se cumpla en mí tu palabra.

En ese momento la Palabra se hace hombre y acampa entre nosotros (Jn 1, 14). Dios irrumpe en las vidas de María y José, y en la historia universal, de la forma más simple y humilde. María no entiende; no es posible entenderlo. Por eso es maestra de fe.

Hoy es la fiesta del SÍ. En el SÍ de María está el SÍ de toda la historia de la salvación, y comienza el último SÍ del hombre y de Dios (Papa Francisco).

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