25/07/2020 Santiago, Apóstol (Mt 20, 20-28)

No sabéis lo que pedís.

Ellos sí creen saberlo. Los dos hermanos, Santiago y Juan, han pedido ser los dignatarios más importantes en el nuevo Israel. ¿Fue ocurrencia de los hijos que pidieron ayuda a su madre Salomé? ¿Fue iniciativa de ella? No sabemos. Sabemos que los otros, al enterarse del hecho, se indignaron. La ambición anidaba en todos los discípulos. En ellos de una manera más desmañada; en ellas de una manera más refinada. No sabéis lo que pedís. Así entonces; así ahora.

El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.

El Papa Francisco dice que la propuesta evangélica es una crítica demoledora al poder-dominación porque genera víctimas y subalternidades que quiebran la fraternidad. Pero hasta los más próximos a Jesús, como los Zebedeos y su madre, se resisten a esta propuesta y buscan para sí los primeros puestos.

No sabéis lo que pedís.

Creían saber lo que pedían, pero no lo sabían. A nosotros nos sucede algo parecido cuando pronunciamos los votos matrimoniales o religiosos. Creemos saber lo que hacemos, pero no lo sabemos. Quien sí sabe lo que hace es Jesús. Ante la imbecilidad de Santiago y Juan reaccionó con calma. ¿Cuál fue su reacción ante nuestra osadía de emprender de por vida un camino tan arduo? Imaginamos que igual que ante la osadía de Pedro cuando decidió dirigirse a Jesús caminando sobre el agua. Jesús le animó: ¡Ven! (Mt 14, 29).

En aquel caminar sobre las aguas entre la barca y Jesús hubo de todo: fe y seguridad, miedo y hundimiento. Pero, por encima de todo, hay un Jesús que no aparta los ojos de su discípulo. Esta convicción nos mantendrá siempre sobra las aguas más turbulentas.

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