25/08/2022 Inmaculado Corazón de María (Lc 2, 41-51)

Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.

Son muchas las celebraciones marianas al cabo del año. Y son buenas porque nos ayudan a volver siempre la mirada al Evangelio. Es ahí encontramos a la más auténtica María de Nazaret: la mujer frecuentemente desorientada, la mujer que sufre en su relación con José, la mujer de la vida rutinaria del día a día, la mujer dichosa por haber creído…

El corazón de María es un corazón limpio, inmaculado, lleno de gracia y de verdad. El favor de Dios ha colmado su corazón con la verdad de su persona: Ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava. El corazón de María está vacío de sí misma. El favor de Dios ha colmado su corazón con la verdad de Dios: Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. El corazón de María está lleno de Dios.

El Evangelista Lucas nos dice en dos ocasiones que María lo conservaba todo en su corazón. La primera vez, cuando los pastores se acercaron al pesebre de Belén. Así es cómo ella alcanza una profunda conciencia de que el amor de Dios precede sus pasos, desde antes de haber sido concebida. Así es cómo su hágase en el momento de la anunciación, se hace uno con el hágase de Dios en el momento de la creación. Así es cómo se sabe infinitamente amada sin haberlo merecido.

Hay muchas cosas que María no comprende. Muchas las perplejidades de mujer. Muchas las preocupaciones y anhelos y dolores de madre. Muchas las cosas que superan su entender. Guardando en el corazón todo lo que acontece, comprendido o incomprendido, María crece en su amor de madre y en su fe de discípula.

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