28/05/2020 Jueves 7º de Pascua (Jn 17, 20-26)

No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno.

Todo el interés de Jesús está en el pequeño cenáculo que tiene ante sus ojos. Todo el interés de Jesús sigue centrado en el pequeño cenáculo que formamos los que hemos recibido la fe gracias a la palabra de aquellos.

Por medio de su palabra. El canal de transmisión de la fe es la palabra. Otros canales, como la circunstancia familiar o geográfica, transmiten cultura. Sin la palabra no hay auténtica fe.

Para que todos sean uno. Y más adelante: Para que sean uno como nosotros somos uno. Dios-Trinidad, Padre-Hijo-Espíritu Santo, es uno en el amor, porque Dios es amor. Decir unidad es decir amor: En esto conocerán todos que sois discípulos míos, si os tenéis amor los unos a los otros (Jn 13, 35). El estar unidos bajo una autoridad única es cosa secundaria.

Para que el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.

El mundo. Lo que queda fuera del cenáculo es el mundo. La misión de quienes formamos el cenáculo es el mundo. Estamos en el mundo pero no somos del mundo. Y debemos estar siempre atentos y protegernos de la mundanidad como del virus más insidioso y letal.

La hora del mundo llegará con el final de los tiempos. El Señor ha desnudado su santo brazo a los ojos de todas las naciones, y han visto todos los cabos de la tierra la salvación de nuestro Dios (Is 52, 10). Pues del mismo modo que por Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo (1 Cor 15, 22).

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