29/05/2020 Viernes 7º de Pascua (Jn 21, 15-19)

Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: Simón de Juan, ¿me amas más que estos?

Después de haber comido. En la playa. Ha amanecido. Jesús había hecho fuego sobre la arena. Tenía preparados un pez y un pan y les pide algunos peces que acaban de pescar. La escena se presta a ser contemplada cerrando un rato el libro del Evangelio.

Simón de Juan, ¿me amas más que estos? Jesús no está disgustado. Sus palabras no son una reprimenda; sí un delicado toque de atención. Le recuerdan a Pedro su arrogancia: Aunque todos se escandalicen, yo no (Mc 14, 29). Pero Pedro aprendió mucho aquella crucial noche del gallo, la noche de tantas lágrimas amargas. Y responde con la sabiduría de la humildad: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Ahora, habiendo salido de sí mismo, puede experimentar a Jesús sin los obstáculos de viejas ideas y de orgullos. Ahora puede comprender su vocación como regalo gratuito; no como victoria de su empeño y de su lealtad.

La actitud de Jesús con Pedro es muy alentadora para todos nosotros. Jesús, a pesar de tantas infidelidades, no se cansa de hacernos cada día la misma pregunta: ¿Me amas? Nosotros, agachando la cabeza como Pedro, le decimos con toda sinceridad que, a pesar de todos los pesares, sí le queremos. Y nunca nos consideraremos mejores que nadie.

El Papa Francisco nos dice que la grandeza de Pedro radica en que sus caídas no le hunden en la culpa ni en su imagen rota porque su corazón está adherido a la persona de Jesús. Pedro ha recorrido un itinerario de conversión, vaciándose progresivamente de sí mismo y fundando su vida en la confianza en Jesús desde una humildad radical.

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