29/07/2020 Santa Marta (Jn 11, 19-27)

Cuando Marta supo que había venido Jesús, le salió al encuentro, mientras María permanecía en casa.

A unos nos va mejor la actividad y el movimiento, como a Marta. Nos situamos en el centro del escenario y nos erigimos en directores de orquesta, como Marta. Vivimos convencidos de lo indispensables que somos para la buena marcha de la familia o de la comunidad, como Marta.

A otros nos va mejor estar sentados, como María. Buscar un rincón tranquilo y dejar que otros se ocupen de las tareas domésticas, como María. Nos abrumamos ante personalidades dominantes, como María.

En la escena de las dos hermanas en Lucas (Lc 10, 38-42), Jesús parece humillar a Marta y ensalzar a María. Lo cierto es que Marta debe aprender a ser más María, y María más Marta. Todos estamos llamados a ser las dos hermanas a la vez. Y, por encima de nuestras diferencias, disfrutar de la amistad del Señor hacia las dos.

Marta no sabía de filigranas de ideas o palabras. Cuando Jesús le hace una pregunta complicada, ella responde con su fe poco elaborada pero firme en Jesús. Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo. Podía haber añadido: Yo, Señor, no entiendo la mitad de lo que dices. No importa; creo en todo lo que me digas porque creo en ti.

Santa Teresa dedica a Marta estas palabras: Santa era santa Marta, aunque no dicen era contemplativa. Pues, ¿qué más queréis que poder llegar a ser como esta santa que mereció tener a Cristo en su casa y darle de comer y servirle y comer a su mesa? Si se estuviera como su hermana, no hubiera quien diera de comer a este divino huésped.

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