31/03/2021 Miércoles Santo (Mt 26, 14-25)

¿Qué me dais si os lo entrego a vosotros? Ellos se pusieron de acuerdo en treinta monedas de plata.

Judas había comenzado a seguir a Jesús con el mismo fervor que sus compañeros. Pero poco a poco, quizá por amor al dinero o quizá porque Jesús le defraudó en sus grandiosas expectativas mesiánicas, importa poco el motivo, el fervor se apagó. Estamos ante el misterio del traidor, ante el misterio del mal. Para acercarnos de la mejor manera al misterio del traidor y del mal, debemos hacerlo desde el misterio de Dios, del Dios-Amor.

Nos lo enseña bien San Pablo. Él tiene muy claro que nada ni nadie puede quedar fuera del dominio del Dios-Amor. Tiene claro que, al final, Él tiene que reinar hasta poner a todos sus enemigos bajo sus pies; el último enemigo en ser destruido es la muerte (1 Cor 15, 25). Tiene claro que Dios ha encerrado a todos en la desobediencia para apiadarse de todos (Rm 11, 32). Y cuando San Pablo sufra por la presencia del mal en su persona exclamará: ¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de esta condición mortal? ¡Gracias a Dios por Jesucristo Señor nuestro! (Rm 7, 24).

Le dijo Judas, el traidor: ¿Soy yo, maestro? Le respondió Jesús: Tú lo has dicho.

Judas se dirige a Jesús como maestro, no como Señor. Hagamos nuestra su pregunta cambiando lo de maestro por Señor. ¿Soy yo acaso, Señor? Porque, ¿no será que yo también te traiciono viviendo instalado en mi sacrosanta burbuja?

Dispongámonos a vivir este Triduo Santo para estar cada vez más profundamente integrados en el misterio de Cristo, muerto y resucitado por nosotros. Que nos acompañe en este itinerario la Virgen Santísima que siguió a Jesús en su pasión (Papa Francisco).

    0