02/01/2024 Santos Basilio Magno y Gregorio Nacianceno (Jn 1, 19-28)

Tú, ¿quién eres?

Las autoridades religiosas de Jerusalén quieren saber quién es Juan; quieren conocer su verdadera identidad, esa que no aparece en un documento oficial. Juan sabe bien quién es y cuál es su misión; sabe bien que su ser y su hacer tienen que ver con el que viene detrás de mí, que Jesús es la razón de su vida: Yo soy la voz; la voz para la Palabra, la voz instrumento de la Palabra para llegar al mundo. Sin palabra, la voz no es sino aire ruidoso, sin sentido.

También las autoridades religiosas de Jerusalén tienen clara su identidad y su misión. En ellos vemos lo sencillo que es sentirse correcto ante Dios, siendo un obstáculo para la obra de Dios.

¿Me siento capaz de responder de manera parecida poniendo a Jesús como referente de vida? ¿Puedo decir con Pablo que esta vida en la carne la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gal 2, 20)?

Entre vosotros esta uno que no conocéis, que viene detrás de mí; y no soy digno de soltarle la correa de su sandalia.

Está entre nosotros y no le reconocemos. Juan Bautista es consciente de que no está en nuestras manos descubrir a Dios en Jesús de Nazaret. Así se lo dijo el mismo Jesús a Pedro: ¡Dichoso tú, Simón, porque esto no te lo ha revelado nadie de carne y sangre, sino mi Padre del cielo! (Mt 16, 17). ¿Quizá pienso que a mí se me ha dado lo que a Pedro porque le reconozco en la Eucaristía? Estaría equivocado si el reconocimiento eucarístico no va acompañado del reconocimiento en el hermano necesitado.

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