02/06/2020 Martes 9 (Mc 12, 13-17)

Y envían hacia Él algunos fariseos y herodianos para cazarle en alguna palabra.

Es un complot. No tienen nada en común en lo político o en lo religioso. Lo único que une a fariseos y herodianos es su odio hacia Jesús. Ya se habían confabulado antes, cuando Jesús curó en la sinagoga y en el día santo del sábado, al hombre de la mano paralizada (Mc 3, 6). Fijémonos atentamente en la reacción de Jesús.

Dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: ¿Por qué me ponéis a prueba? Traedme una moneda, que la vea.

No se irrita, no pierde la compostura, no se defiende. Sencillamente desenmascara la verdad que tratan de ocultar con sus adulaciones. Jesús aborrece las máscaras; la mentira no encuentra lugar ante la Verdad.

Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.

Al César, a la autoridad civil, lo que le corresponde: como los impuestos. Nada más. No podemos dar al César, a la autoridad civil, a los poderes del mundo, lo que corresponde solamente a Dios. Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios. No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído (Hechos 4, 19-20).

Atención a las eternas idolatrías del poder, del dinero, del prestigio… Toda idolatría me priva de libertad y me despoja de capacidad para pensar y actuar por mí mismo. Claro que a veces puedo preferir la comodidad y seguridad de una jaula dorada a la libertad del vuelo por los espacios abiertos.

El Papa Francisco nos dice que el creer en Jesús nos compromete a ser personas críticas y libres frente a toda forma de manipulación y a tomar partido a favor de los últimos.

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