05/03/2021 Viernes 2º de Cuaresma (Mt 21, 33-46)

Un hacendado plantó una viña, la rodeó con una tapia, cavó un lagar y construyó una torre; después arrendó a unos viñadores y se marchó.

¿En quién pensaba Jesús al proponer esta parábola? Los sumos sacerdotes y los fariseos pensaron con razón, que pensaba en ellos. Nosotros podemos pensar, también con razón, que Jesús piensa en nosotros.

Es una parábola áspera. Cuesta acoplarla a la sinfonía de misericordia y ternura que es la melodía fundamental del Evangelio. Pero, aunque cueste, es posible hacerla encajar. Basta con poner en el centro de la parábola la cita del salmo 118 escogida por Jesús:

¿No habéis leído nunca en la Escritura: La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular?

La piedra angular: Cristo mismo, en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo santo en el Señor (Ef 2, 21). Los judíos perdieron sus prerrogativas; ahora los límites de la viña acogen a toda la humanidad. Pero después de los judíos, ¿quién no ha hecho méritos para perder prerrogativas? Pero, donde abundó el pecado sobreabundó la gracia (Rm 5, 20). Además, Dios ha encerrado a todos en la desobediencia para apiadarse de todos (Rm 11, 32). De todos: los del pueblo escogido de antaño y de hoy. Porque Dios, nuestro Salvador, quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad (1 Tim 2, 4). No apliquemos a nadie el rechazo eterno de Dios.

La piedra angular. Concluimos la meditación con palabras del Papa Francisco: Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito. Dirijamos nuestra mirada a la Piedra Angular, al Crucificado. Sintamos que Dios nos ama. Esto resume todo el Evangelio: Dios nos ama con amor gratuito y sin medida.

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