12/03/2021 Viernes 3º de Cuaresma (Mc 12, 28-34)

El primero es: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón… El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos.

Aunque esta vez no recurre a las conocidas antítesis, habéis oído que se dijo…, pero yo os digo…, deja clara su postura: pone el amor a Dios y al prójimo como dos caras de la misma moneda. El verdadero amor a Dios se manifiesta en el amor al prójimo.

Así lo vemos en los grandes enamorados de Dios. Veamos san Pablo. Cristo es el amor de su vida: Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Esta vida en la carne la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gal 2, 20). Este amor se manifiesta en el amor al prójimo: El que ama al prójimo ha cumplido la ley. Todos los demás preceptos se resumen en esta fórmula: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor es la ley en su plenitud (Rm 13, 8-10).

Veamos Teresa de Ávila, otra enamorada de Jesús: Estas palabras me dice su Majestad muchas veces, mostrándome gran amor: Ya eres mía y Yo soy tuyo. Las que yo siempre tengo costumbre de decir, y a mi parecer las digo con verdad, son: ¿Qué se me da, Señor, a mí de mí, sino de Vos? Teresa olvida fervores para atender a los prójimos: Cuando veo almas muy encapotadas cuando están en oración, veo qué poco entienden del camino verdadero. Que no, hermanas, no; obras quiere el Señor, y que si ves una enferma a quien puedes dar algún alivio, no se te dé nada de perder la devoción.

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