15/09/2020 Nuestra Señora de los Dolores (Jn 19, 25-27)

Tras la Exaltación de la Santa Cruz, celebramos a la Mater Dolorosa; una devoción muy querida por el pueblo cristiano desde el siglo XII.

Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo.

Es el nuevo parto. Nos hace evocar las palabras de Jesús: La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora. Pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo (Jn 16, 21).

El discípulo a quien Jesús amaba nos representa a todos. Es, somos, hijos muy queridos de Abbá; es, somos, hijos muy queridos de María. El amor de María por cada uno de nosotros es, como el amor del Padre y del Hijo, universal, gratuito, hasta el extremo. Con su amable dimensión femenina y materna: Mamaréis de sus pechos y os saciaréis de sus consuelos, y apuraréis las delicias de sus ubres abundantes (Is 66, 11).

Luego dice al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

Desde esa hora de la cruz acogemos a la Mater Dolorosa en lo íntimo de nuestra vida. Ella nos acompaña, nos inspira, nos consuela. Ella procura, como en Caná, que no nos falte el vino de la alegría y de la paz.

Dios puso a prueba a María en el Calvario. Antes puso a prueba a Abrahán con su hijo Isaac. Nos pone a prueba a todos pidiendo sacrificios supremos. Cuando llegue esa hora, contemplemos a la Mater Dolorosa y hagamos nuestra su oración: Padre, no te comprendo, ¡pero me fío de ti!

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