17/05/2020 Domingo 6º de Pascua (Jn 14, 15-21)

Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre y vosotros en mí y yo en vosotros.

Contemplamos la escena. Todos están sentados a la mesa de la Última Cena; todos menos Judas. Es de noche. Unas lámparas iluminan la intimidad de la penumbra. Nunca como en este momento Jesús abre tanto su corazón a los suyos. Los discípulos escuchan, pero entienden muy poco. Eso de YO EN MI PADRE Y VOSOTROS EN MÍ Y YO EN VOSOTROS, resulta complicado. ¿Cuánto lo entendemos nosotros mismos?

Desde luego, no entiende nada quien vive lo cristiano en plan moral dedicando sus esfuerzos a guardar los mandamientos. Tampoco entiende nada quien vive lo cristiano como una cultura o una hermosa herencia recibida de los antepasados. Pero sí entenderá algo quien ha personalizado su fe y vive lo cristiano como una relación de amistad con el Señor que nos ha dicho: Ya no os llamo siervos, a vosotros os llamo amigos.

Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros siempre.

La palabra PARÁCLITO que designa al Espíritu Santo, es muy rica. Significa consejero, ayudante, abogado, consolador… Todo junto. El Espíritu Santo es el nuevo modo de Jesús de estar con nosotros. Él culmina la obra de Jesús. Es Jesús mismo sin limitaciones temporales o espaciales.

Jesús se fue (celebraremos su Ascensión el próximo domingo), pero no nos deja huérfanos. Contamos con su Espíritu que nos da luz para progresar en el conocimiento de la Verdad; la Verdad con mayúscula que es Jesús. Él es la manifestación del Dios-Amor. Esta es la suprema Verdad. Esta es la realidad suprema que engulle y absorbe toda otra realidad. El Amor es el verdadero Big Bang del universo.

Dice el Papa Francisco: Saber amar no es nunca un dato adquirido una vez para siempre. Cada día se debe empezar de nuevo. Cada día se debe seguir con paciencia en la escuela de Cristo. Cada día se debe perdonar y mirar a Jesús. Y esto, con la ayuda de su Espíritu.

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