24/06/2022 Sagrado Corazón de Jesús (Lc 15, 3-7)

Cuando la encuentra, se la pone muy contento sobre los hombros.

Es la primera de las tres parábolas con las que Jesús nos retrata el corazón de Dios. La del pastor con su oveja descarriada a hombros es una estampa entrañable. Muy acertada para celebrar esta fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Nos ayuda a sumergirnos más hondo en la verdad del Amor. Ninguna realidad puede quedar fuera del abrazo de la suprema realidad del Amor. Un amor afectuoso y tierno. Es evidente que a Dios le duelen nuestros descarríos y nuestros distanciamientos. Que comprende nuestra fragilidad. Que no está tranquilo hasta haber encontrado lo perdido. Que nos acoge con abrazos, sin reproches.

A los profetas les fue dado comprender y plasmar en palabras maravillosas la pasión y la ternura de Dios por su pueblo. En la primera lectura de Ezequiel hemos escuchado: Buscaré la oveja perdida, recogeré la descarriada; vendaré a las heridas; fortaleceré a la enferma. Oseas dice: Fui para ellos como quien alza una criatura a las mejillas; me inclinaba y les daba de comer… Me da un vuelco el corazón, se me conmueven las entrañas (Os 11, 8). Y Sofonías: El Señor, tu Dios, está en medio de ti, ¡un poderoso salvador! Exulta de gozo en ti, te renueva con su amor; danza por ti con gritos de júbilo, como en los días de fiesta (Sof 3, 17).

En ocasiones la Escritura echa mano incluso de imágenes eróticas audaces para expresar el amor que Dios siente por su pueblo y por cada uno de nosotros: Su izquierda está bajo mi cabeza, me abraza con la derecha (Cantar 2, 6).

Celebramos así la fiesta del Sagrado Corazón, la fiesta del Amor.

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