26/02/2024 Lunes 2º de Cuaresma (Lc 6, 36-38)

Jesús acaba de decir a vosotros los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos. Ahora continúa diciéndonos: Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo. Y explica en qué consiste lo de ser compasivo como el Padre del cielo: No juzguéis…, no condenéis…, perdonad…

No juzguéis… No condenéis… Pero, ¿es posible no juzgar, si antes de darnos cuenta ya lo hemos hecho? Esto lo sabe Jesús; pero quiere que nos enfrentemos a nuestra reacción instintiva de modo que, en el momento en que seamos conscientes de ello, cortemos por lo sano. No habléis mal unos de otros, hermanos. ¿Quién eres para juzgar al hermano? (Sant 4, 11-12).

Perdonad. Puede ser fácil o difícil; depende del qué y del quién. Cuando resulta difícil perdonar hay que recurrir a la fe y la oración, y pedir ser perdonados como nosotros perdonamos. Si no lo hacemos estamos renegando de nuestra condición de seguidores de Jesús.

Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo. El Evangelista Mateo lo dice así: Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5, 48). En el idioma evangélico, el idioma de Jesús, las palabras compasión y perfección son sinónimas. Pero, ¿será posible para corazones tan duros como los nuestros ser perfectos o compasivos como el Padre del cielo? Si tratamos de responder a esta pregunta mirándonos a nosotros mismos, no vamos a ninguna parte. Pero si ponemos los ojos en quien todo lo puede, entonces vamos a todas partes, porque en todo vencemos de sobra gracias al que nos amó (Rm 8, 37).

El perdón es el pilar que sujeta la convivencia cristiana, porque en él se muestra la gratuidad del amor con el cual Dios nos ha amado en primer lugar. ¡El cristiano debe perdonar! (Papa Francisco).

    2