27/02/2024 Martes 2º de Cuaresma (Mt 23, 1-12)

El mayor de vosotros sea vuestro servidor.

No os hagáis llamar maestros… A nadie llaméis padre… Pero no nos damos por enterados. Continuamos, a nivel eclesial, con nuestros solemnes títulos y ropajes; continuamos, a nivel personal, con nuestros apegos a honras y reconocimientos. ¿Dónde queda aquello de dichosos vosotros cuando os injurien (Mt 5, 11)? ¿Dónde quedan las palabras de Jesús, si yo que soy el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros mutuamente los pies (Jn 13, 14)?

A la luz del Evangelio cualquier gesto o pretensión de superioridad resulta ridículo. Lo sensato, a la luz del Evangelio, es la humildad. Porque no tenemos nada que no hayamos recibido, y porque todos somos hijos del mismo Padre. Teresa de Ávila escribe: Una vez estaba yo considerando por qué razón era nuestro Señor tan amigo de esta virtud de la humildad, y púsoseme delante esto: que es porque Dios es suma Verdad, y la humildad es andar en verdad, que lo es muy grande no tener cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entiende, anda en mentira.

Teresa, además, compara la relación entre el hombre y Dios con el juego del ajedrez, y dice: La dama es la que más guerra le puede hacer al Rey divino en este juego, y todas las otras piezas ayudan. No hay dama que así le haga rendir como la humildad.

Juan de la Cruz se quejaba de los clérigos buscadores de prebendas: Que no hablo de esos otros que viven apartados del Señor, grandes letrados y potentes y cuidando sus pretensiones y mayorías, que podemos decir que no conocen a Cristo.

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