28/02/2024 Miércoles 2º de Cuaresma (Mt 20, 17-28)

Después del primer anuncio de su pasión, Pedro intentó convencer a Jesús de lo insensato de sus palabras: ¡Dios te libre, Señor! No te sucederá tal cosa (Mt 16, 22). Después del segundo anuncio de su pasión, los discípulos se entristecieron profundamente (Mt 17, 23). Ahora, después del tercer anuncio de su pasión, Salomé se acerca a Jesús con sus hijos Santiago y Juan y le pide este favor: Manda que, cuando reines, estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda.

Está claro que el discurso de la cruz resulta incomprensible incluso para los discípulos más fervorosos, tanto ellos como ellas. Están subiendo a Jerusalén y, por más que Jesús les avisa sobre lo que va a ocurrir, ellos continúan soñando con los beneficios que les acarreará el seguimiento de Jesús. Seguían sin enterarse del significado del seguimiento; lo único que buscan es su propio interés.

No sabéis lo que pedís.

Contemplamos a este Señor nuestro, paciente y sereno, ante aquella madre con sus dos hijos; no pierde la compostura ante tanta incomprensión. Comprende que les resulte incomprensible la cruz. Sabe, además, que dispone de la herramienta del tiempo con la que moldea a su gusto a todo discípulo. Jesús les pregunta. ¿Sois capaces de beber la copa que yo he de beber? Ellos se apresuran a responder sin haber entendido la pregunta: Podemos. Y Él: Mi copa la beberéis. También ellos llegarán a abrazar la cruz. Como dice Pablo: Nosotros anunciamos un Mesías crucificado, escándalo para los judíos, locura para los paganos; pero para los llamados, judíos y griegos, un Mesías que es fuerza y sabiduría de Dios (1 Cor 1, 23-24).

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