13/10/2025 Lunes 28 (Lc 11, 29-32)
- Angel Santesteban
- hace 1 día
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Aquí hay alguien mayor que Jonás.
Sus contemporáneos, especialmente los más ilustrados, le pedían una señal espectacular para creer en Él. Nunca, ni ayer ni hoy, resulta fácil creer que el hijo de José y María es Hijo de Dios. No cabe en la razón humana.
La señal que Jesús ofrece es su misma persona: Aquí hay alguien mayor que Jonás. Es una señal, como anunciado por Simeón, muy discutida: Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel y como signo de contradicción (Lc 2, 34). Pablo lo dice así: Los judíos piden señales, los griegos buscan sabiduría, mientras que nosotros anunciamos un Cristo crucificado (1 Cor 1, 22-23).
Los pobres y sencillos no tienen dificultad en creerlo porque lo necesitan. No hacen preguntas. ¿Quiénes son ellos para arrogarse criterios de verdad? Por eso que Jesús ha exclamado: Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a ingenuos (Lc 10, 21).
El camino a la divinidad pasa por la humanidad. No nos quedemos con un Jesús incorpóreo. El Jesús de la Eucaristía será auténtico solamente cuando cimentado en el de los Evangelios. Santa Teresa escribe: Es gran cosa, mientras vivimos y somos humanos, traerle humano. Este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes. Con tan buen amigo presente, todo se puede sufrir; nunca falta; es amigo verdadero. Quisiera yo siempre traer delante de los ojos su retrato e imagen.
También los cristianos de hoy corremos peligro de sufrir el síndrome de Jonás; lo sufrimos si nos sentimos limpios ante un mundo tan sucio. ¿Cómo evitarlo? Dejándonos atrapar por el signo de Jonás: el de la misericordia del Señor.
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